donde mis manos no alcanzaran
el aire fortuito,
aire usado que me inhala de otro aliento,
donde el azar del corazón que sigue
latiendo es púpura y depende de mis manos.
Donde mi cuerpo
no cargue con la deuda que dibuja
curiosas incisiones como ojos
en cada poro, donde apearme de mí mismo,
del grave peso del camino tomado.
Donde expirar la última pena
y el dolor sea mejor, más íntimo,
y donde yo,
alado insecto en línea recta,
pueda cortar el viento,
salir hacia adelante,
diciendo un nombre exacto de silencio.
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martes, 2 de junio de 2009
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